En Marruecos, al igual que en otros países del mundo árabe, no son pocas las mujeres que rechazan el estereotipo que asocia indefectiblemente el pañuelo con la innegable discriminación que aún subsiste en sus países.
Una de ellas es Nadia Yassín. Esta mujer de discurso lúcido y moderado no ha perdido su buen humor a pesar de la espada de Damocles que desde 2005 pende sobre ella: la de un juicio reiteradamente aplazado en el que podría ser condenada a hasta cinco años de cárcel por haber dicho en una entrevista que prefería la república como sistema político para su país.
Su perfil no corresponde para nada al tópico de la mujer sumisa, etiqueta que rechaza. Tampoco le agrada la denominación de islamista con la que se describe al movimiento cuya rama femenina dirige: Justicia y Caridad, la asociación de esta tendencia más importante de Marruecos, cuyo fundador es su padre, el carismático jeque Abdessalam Yassín.
En un café de un centro comercial de las afueras de Rabat que poco se diferencia de una gran superficie europea, esta licenciada en Ciencias Políticas de 50 años defiende el derecho de la mujer musulmana a decidir “sin imposiciones”. Una decisión que no siempre ha estado bien vista incluso en los propios países musulmanes.
“Cuando yo me puse el hiyab, a los 22 años, pocas mujeres en Marruecos lo llevaban; pertenezco a una generación que ha luchado para poder llevarlo”, explica mientras Amina, una amiga elegantemente ataviada a la manera tradicional marroquí –chilaba y hiyab a juego– con la que ha acudido a la cita, asiente. Ambas dicen que en la época en la que decidieron asumir “el compromiso de ponerse el pañuelo” tuvieron que soportar más de una mirada de reprobación. Para ellas, el hiyab “fue una causa”.
Cada vez más pañuelos
Desde entonces, las cosas han cambiado. En las últimas dos décadas, en las calles de Marruecos, el hiyab se impone, pero, al contrario de lo que podría parecer, el uso de esta prenda no remite exclusivamente a un imperativo religioso.
Las conclusiones del estudio Jóvenes y velo en Marruecos, difundido en diciembre por la progresista Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos (ADFM), apuntan en este sentido. Este informe ofrece una visión de esta prenda que se enmarca también en un registro mucho más profano que el del respeto a una prescripción coránica: el de la moda y los usos sociales. Otra de sus conclusiones es que muchas de las cada vez más numerosas adolescentes que deciden usar hiyab no pueden dar una definición clara de lo que éste representa para ellas. La elección de llevar o no el cabello cubierto es “más bien superficial”, concluye la ADFM.Como resumió tras la publicación del estudio el periódico Al Ahdaz Al Magrabía, el velo no es sólo religión, sino también “un símbolo, una moda, una manifestación de decencia y un fenómeno sociológico”.
Para los musulmanes ortodoxos y los islamistas, como Nadia Yassín, este fenómeno de “vulgarización”, como ella lo define, obedece a una falta de cultura religiosa. La dirigente de Justicia y Caridad alude a su vez a “una recuperación mercantilista del uso del hiyab”.
Lo cierto es que el hiyab se está convirtiendo en un buen negocio. Los comerciantes hace años que han percibido que el velo es muchas veces un accesorio más en el vestir, combinable con la ropa o los zapatos. Basta darse una vuelta por las calles de Rabat o Casablanca, o visitar los centros comerciales, para comprobar la proliferación de la oferta de este producto. En Marruecos existe incluso una cadena de tiendas, Via Seta, especializada en vender pañuelos de todos los tipos y colores. El sobrio hiyab negro o marrón oscuro queda ya para las más escrupulosas de la norma.
En muchachas como Jaira, nombre ficticio de una marroquí de 21 años, el hiyab es casi una anecdóta. El que lleva es verde a juego con su blusa y unos pantalones ajustados que sin duda no agradarían a un islamista. Lleva mucho maquillaje y se la ve coqueta, lleve o no pañuelo. Siempre lo lleva, desde que, a los diez años, su familia decidió que debía ponérselo.
Junto a la reivindicación y la tolerancia, convive el rechazo. También en Marruecos, mujeres como Amina, una profesora de 40 años militante socialista, han hecho del derecho de no llevar hiyab “ su propia causa”.
Una de ellas es Nadia Yassín. Esta mujer de discurso lúcido y moderado no ha perdido su buen humor a pesar de la espada de Damocles que desde 2005 pende sobre ella: la de un juicio reiteradamente aplazado en el que podría ser condenada a hasta cinco años de cárcel por haber dicho en una entrevista que prefería la república como sistema político para su país.
Su perfil no corresponde para nada al tópico de la mujer sumisa, etiqueta que rechaza. Tampoco le agrada la denominación de islamista con la que se describe al movimiento cuya rama femenina dirige: Justicia y Caridad, la asociación de esta tendencia más importante de Marruecos, cuyo fundador es su padre, el carismático jeque Abdessalam Yassín.
En un café de un centro comercial de las afueras de Rabat que poco se diferencia de una gran superficie europea, esta licenciada en Ciencias Políticas de 50 años defiende el derecho de la mujer musulmana a decidir “sin imposiciones”. Una decisión que no siempre ha estado bien vista incluso en los propios países musulmanes.
“Cuando yo me puse el hiyab, a los 22 años, pocas mujeres en Marruecos lo llevaban; pertenezco a una generación que ha luchado para poder llevarlo”, explica mientras Amina, una amiga elegantemente ataviada a la manera tradicional marroquí –chilaba y hiyab a juego– con la que ha acudido a la cita, asiente. Ambas dicen que en la época en la que decidieron asumir “el compromiso de ponerse el pañuelo” tuvieron que soportar más de una mirada de reprobación. Para ellas, el hiyab “fue una causa”.
Cada vez más pañuelos
Desde entonces, las cosas han cambiado. En las últimas dos décadas, en las calles de Marruecos, el hiyab se impone, pero, al contrario de lo que podría parecer, el uso de esta prenda no remite exclusivamente a un imperativo religioso.
Las conclusiones del estudio Jóvenes y velo en Marruecos, difundido en diciembre por la progresista Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos (ADFM), apuntan en este sentido. Este informe ofrece una visión de esta prenda que se enmarca también en un registro mucho más profano que el del respeto a una prescripción coránica: el de la moda y los usos sociales. Otra de sus conclusiones es que muchas de las cada vez más numerosas adolescentes que deciden usar hiyab no pueden dar una definición clara de lo que éste representa para ellas. La elección de llevar o no el cabello cubierto es “más bien superficial”, concluye la ADFM.Como resumió tras la publicación del estudio el periódico Al Ahdaz Al Magrabía, el velo no es sólo religión, sino también “un símbolo, una moda, una manifestación de decencia y un fenómeno sociológico”.
Para los musulmanes ortodoxos y los islamistas, como Nadia Yassín, este fenómeno de “vulgarización”, como ella lo define, obedece a una falta de cultura religiosa. La dirigente de Justicia y Caridad alude a su vez a “una recuperación mercantilista del uso del hiyab”.
Lo cierto es que el hiyab se está convirtiendo en un buen negocio. Los comerciantes hace años que han percibido que el velo es muchas veces un accesorio más en el vestir, combinable con la ropa o los zapatos. Basta darse una vuelta por las calles de Rabat o Casablanca, o visitar los centros comerciales, para comprobar la proliferación de la oferta de este producto. En Marruecos existe incluso una cadena de tiendas, Via Seta, especializada en vender pañuelos de todos los tipos y colores. El sobrio hiyab negro o marrón oscuro queda ya para las más escrupulosas de la norma.
En muchachas como Jaira, nombre ficticio de una marroquí de 21 años, el hiyab es casi una anecdóta. El que lleva es verde a juego con su blusa y unos pantalones ajustados que sin duda no agradarían a un islamista. Lleva mucho maquillaje y se la ve coqueta, lleve o no pañuelo. Siempre lo lleva, desde que, a los diez años, su familia decidió que debía ponérselo.
Junto a la reivindicación y la tolerancia, convive el rechazo. También en Marruecos, mujeres como Amina, una profesora de 40 años militante socialista, han hecho del derecho de no llevar hiyab “ su propia causa”.
¿Y la temática de la Semana Santa?
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